Desde
el año 2.400 aC se inicia la concentración de conglomerados humanos que llevan
al desarrollo de la cultura Olmeca, la primera de las civilizaciones
mesoamericanas, que tuvo su máximo esplendor hacia el 1.200 aC.
De
ese tronco surge, algunos siglos antes de Cristo, lo que llegó a constituirse
en una de las más admirables y brillantes civilizaciones antiguas de América:
los Mayas.
Sus
ciudades más importantes fueron Uxmal, Palenque y Chichén-Itzá
en Yucatán y Copán en Honduras.
Casi
todos sus templos poseen alineaciones de carácter astronómico. En Chichén
Itzá, las pirámides y templos se encuentran alineados con las posiciones
que asume el Sol el 21 de marzo (Equinoccio Vernal).
Un templo en especial, dedicado a Kukulcán (la serpiente) produce un
efecto visual los días de Equinoccio. En el instante del ocaso del Sol, sobre
la escalinata principal se produce un juego de luz y sombra que asemejan a una
serpiente descendiendo escaleras abajo, en clara alusión al descenso a la
Tierra de la gigantesca serpiente.
Las
latitudes terrestres a la que se desarrolló la civilización Maya, permitió
que el Sol, en su recorrido anual por los cielos pasara en dos ocasiones por el Cenit.
Esta situación permitió que se desarrollasen observaciones muy exactas del
movimiento solar, que quedaron registradas en las orientaciones de sus edificios
más importantes.
El
complemento para su calendario lo constituyó la Luna. Sus observaciones les
permitió establecer el período sinódico
de la Luna de 29,5 días, situación que resolvieron alternando en su calendario
lunaciones de 29 y 30 días. El conocimiento de las posiciones de la Luna y el
Sol fueron tan impresionantes que desarrollaron un calendario de eclipses, caso
único en los pueblos indígenas.
El
planetas Venus.
Merece
especial atención el planeta Venus, que para los Mayas constituyó un objeto
astronómico de gran interés. Determinaron cuidadosamente el Levantamiento
Helíaco (salida del astro) por las mañanas y le ofrendaron
sacrificios humanos.
Observaciones
meticulosas determinaron dos ciclos en las disposiciones planetarias que tienen
que ver con el planeta Venus.
El
primer ciclo es el de 584 días, que es lo que duran la Tierra, Venus y el Sol
para producir una alineación. Venus se observa 260 días durante las madrugadas
y 260 días en el atardecer, con 64 días que no se puede observar ya que pasa o
por delante o detrás del Sol.
El
segundo ciclo es de 2.922 días (aproximadamente 8 años solares o 5 ciclos de
Venus) que es el tiempo que demoran la Tierra, Venus, el Sol
las estrellas para alinearse.
Las
observaciones de Venus surtieron un efecto psicológico tan influyente en la
civilización Maya, que lograron realizar observaciones diurnas del mismo.
La
Eclíptica y la Vía Láctea.
Para
los Mayas, la Eclíptica fue representada como la serpiente de dos cabezas. Casi
toda la cosmología maya se encuentra perdida, pero se han encontrado evidencias
de algunas denominaciones dadas a algunas constelaciones situadas en la Eclíptica,
que curiosamente también se corresponden con animales, tal como nuestras
constelaciones del Zoodiaco. En este sentido encontramos al Escorpión (única
constelación que los pueblos antiguos identificaron igual, dado su
inconfundible aspecto), el Saíno (cerdo nocturno americano), la Tortuga,
el Tiburón, el Jaguar, la Serpiente. Hasta ahora se ha
identificado que la constelación del Saíno,
es Géminis y las Pléyades eran el crótalo o cola de la serpiente de cascabel.